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Semillas agámicas, la apuesta de la UNESCO para el futuro de la humanidad

Por: Gabriela Jiménez, vicepresidenta del Comité de Bioética de la UNESCO.

En un momento histórico marcado por la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la creciente inseguridad alimentaria, el destino de la humanidad depende, más que nunca, de nuestra capacidad para proteger la vida en su forma más simple y esencial: la semilla. No hay civilización sin agricultura, ni agricultura sin semillas.

He dedicado buena parte de mi vida a estudiar la relación entre la ciencia, la ética y la vida. Y si algo he aprendido en ese camino es que el futuro de la humanidad se siembra, literalmente, en la tierra.

Las semillas esas pequeñas cápsulas de esperanza son hoy mucho más que un recurso agrícola: representan la base de nuestra soberanía alimentaria, nuestra identidad cultural y nuestra capacidad de resistir ante los desafíos del planeta.

En este aniversario número 80, la UNESCO nos invita a reflexionar sobre la ciencia no solo como herramienta de progreso, sino como un acto de responsabilidad ética con la vida.

En ese sentido, las semillas agámicas son una apuesta concreta por un modelo de desarrollo sostenible. Estas semillas, que se reproducen sin fecundación sexual, tienen la extraordinaria capacidad de conservar su identidad genética y adaptarse a condiciones extremas sin perder su esencia. En tiempos de cambio climático y erosión genética, su valor científico, ético y social es incalculable.

Hace poco tuve el honor de acompañar el reconocimiento del Centro de Biotecnología para la Formación en la Producción de Semillas Agámicas (CEBISA), en Mucuchíes, Venezuela, como Centro Categoría II de la UNESCO.

Este hecho no es solo un logro científico; es un acto de justicia y reconocimiento a quienes siembran, investigan y protegen la vida desde los territorios.

El CEBISA demuestra que la ciencia puede dialogar con el conocimiento ancestral, que la biotecnología puede nacer en la montaña y que la innovación también puede tener rostro campesino. Allí, el laboratorio y el surco se encuentran para custodiar la biodiversidad y alimentar el porvenir.

Creo firmemente que el verdadero avance científico ocurre cuando la tecnología se pone al servicio de la humanidad.

Por eso, cuando hablamos de semillas agámicas, no hablamos únicamente de genética o biología; hablamos de ética, equidad y sostenibilidad. Hablamos de la posibilidad de alimentar sin destruir, de producir sin explotar, de crecer sin agotar.

El desafío de nuestro tiempo no es solo inventar el futuro, sino cultivarlo con conciencia. Las semillas agámicas son, quizás, una de las formas más puras de recordar que toda innovación tiene raíz en la tierra y que protegerla es protegernos a nosotros mismos.

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